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Vidas eNpantalladas

En un lugar del océano...

Prólogo. (Donde se relata el porqué de la elección de Nemo y otras tonterías)

Al igual que Tim Burton al dirigir el remake de El planeta de los simios, un servidor está dispuesto a zambullirse en una tarea de esas que dicen por encargo: el análisis de la familia Nemo, no del capitán Nemo, sino de su homónimo escamoso. Eso sí, como a uno no lo van a empapelar de dólares no prometo mejor resultado que el del señor Burton con su planeta de monerías. Pero ya basta de preámbulos pedantes e intrascendentes; es momento de pasar al mundo intrascendente de Pixar.
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Capítulo 1. (Donde se descubre a Nemo y da comienzo el análisis)

En las profundidades de un océano de cuyo nombre no puedo ni quiero acordarme no ha mucho que vivía un pececillo de los de aletas anaranjadas, amiga amnésica y padre despistado. El caballero armado, digo el pez en cuestión, no tarda en vagar por el mundo marino. Debido a su inocencia se ve envuelto en un mundo donde desfacer entuertos y enfrentarse entre otros menesteres a tiburones de dientes grandes cuales aspas de molinos es la tónica habitual. Pero claro, estamos hablando de un pececito hecho mediante las técnicas mas avanzadas por ordenador, y con él no hay quien pueda, faltaría más.

Capítulo 2. (Donde se explican los orígenes y caracteres de la familia Nemo-técnica)

No es por ponerse melodramáticos pero hablar de la familia de Nemo es cuanto menos un poco triste. Porque para empezar el pezqueñín es huérfano de madre y para rematar sus 399 hermanitos (ya es puntería dar a luz a 400 peces) fueron devorados por unas barracudas. El pobre progenitor, que responde al nombre de Marlin, ha tenido que criar él solito a Nemo, y para colmo Nemo no duda en desobedecer sus órdenes de no nadar más allá de los límites de la escuela. Nemo acaba en manos de un buceador que lo mete en una bolsa con la "agradable" intención de que forme parte de la pecera de un dentista de Sydney, en Australia. Por suerte, padre e hijo se reencuentran al final, viven felices y comen perdices marinas, y además terminan sus aventuras teniendo un puñado de amigos más. Y que viva la madre naturaleza.

Epílogo. (Donde doy por concluido este breve análisis y me despido de todos con un hasta luego)

Y poco más puedo añadir después de haber destripado a Nemo, la película ojo. Si queréis disfrutar con esta historia tan tierrrna buscar Buscando a Nemo, que está en todos los videoclubs a este lado del Atlántico. Ah, y si os apetece ver la última de Pixar acercaros a los cines, que aún no han quitado Los increíbles. Me despido de todos. Hasta luego.

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